En Hechos 8: 4 dice que las cristianos del primer siglo fueron esparcidos; e iban por todas partes anunciando el Evangelio.

Luego en los siguientes versículos dice que durante su ministerio o servicio, “de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados… así que había gran gozo en aquella ciudad” .

Sobre lo mismo en Hechos 17: 6 y 8, dice que los cristianos “trastornan el mundo entero”.

Así que tenemos una consigna: seguir el mandamiento de reproducirnos en poderosos discípulos de Jesucristo, para lo cual  necesitamos el fuego o poder del Espíritu Santo, y que en el lenguaje de Jeremías 20:9, es un fuego ardiente en el corazón, que conecte con los necesitados una capacidad y satisfacción como antes no conocieron, enseñarles a  vivir una vida abundante.

Para esto necesitas recibir ese impulso de poder y hacer lo que en la sana conciencia el Espíritu desde hace tiempo me dijo que  hiciera: Iniciar esa empresa largamente planeada, enseñar a alguien que sabes lo que necesita; aconsejar, dar consuelo, ocuparte en lo que es fuego en tu corazón y que has mantenido “enfriado” a propósito; cambia de empleo o de trabajo, de negocio, o de lo que sabes que tienes que dejar porque ya entró en la inercia de la vida.

Es decir, haz lo que tengas que hacer para mostrar ese fuego que produce cambios y milagros, y desde luego que produce discípulos que trastornen su propia vida y la vida de muchos otros.

“Oye  la voz de la aventura de Dios”.

“Cualquiera pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.” Mateo 7: 24.

Pastor Pablo Monzalvo Pérez

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