Una curiosa y extraordinaria revelación arqueológica se encuentra contenida en una tablilla acuñada en caracteres cuneiformes en el Museo estatal de Berlín. Se trata de un auténtico documento astronómico y astrológico que revela la existencia de una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis en el año 7 antes de Cristo.
Existen muchas hipótesis sobre la estrella que vieron los sabios o magos de Oriente (“magoi” en griego era la palabra con que se denominaba a la casta de sacerdotes persas y babilonios que se dedicaban al estudio de la astronomía y de la astrología) y que les llevó a afrontar según la Biblia un viaje de más de mil kilómetros con el objetivo de rendir homenaje a un recién nacido. La teoría que que ahora les relatamos y es sin duda una de las más verosímiles.
Lo que ahora se sabe es que existen grandes coincidencias entre los datos de la conjunción astral sumamente inusual que contiene una antigua tablilla -guardada en el Museo estatal de Berlín- y el relato bíblico del nacimiento de la estrella de Oriente que anunciaba el nacimiento de Jesús. Algo que ya el astrónomo Kepler había adelantado como teoría, resultado de sus estudios pero sin el apoyo de este hallazgo arqueológico, producido en 1925.
¿QUÉ AÑO NACIÓ JESÚS?
Los Evangelios enmarcan el nacimiento de Jesús en tiempos del censo ordenado por César Augusto, cuando Quirino era gobernador de Siria, y en los últimos años del rey Herodes, quien falleció en el mes de marzo del año 4 a.C. Para los historiadores, Jesús nació pues unos siete años antes del año «0» del calendario actual.
El evangelista Mateo (2:2) pone en relación el evento del nacimiento de Jesús en Belén y la adoración de los “sabios de Oriente” con la aparición de una estrella particularmente luminosa e inusual en el cielo de Palestina.
Y es precisamente en relación a este momento que la tablilla de arcilla ofrece un testimonio particular que apoya en muchos detalles una teoría sobre la veracidad del relato bíblico en lo que concierne a la señal de la estrella de Oriente. Algo ya conocido, pero que traemos como información al hilo de las fechas que se celebra la Navidad en todo el mundo, y con el 6 de enero como “día de los reyes de Oriente”.
APORTACIONES DE LA ASTRONOMÍA
Fue el 17 de diciembre de 1603 cuando Johannes Kepler, el conocido astrónomo y matemático de la corte del emperador Rodolfo II de Habsburgo, al observar con un modesto telescopio desde el castillo de Praga el acercamiento de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, se preguntó por primera vez si el Evangelio no se refería precisamente a ese mismo fenómeno.
Con esta idea hizo concienzudos cálculos hasta descubrir que una conjunción de este tipo tuvo lugar en el año 7 a.C. Recordó también que el famoso rabino y escritor Isaac Abravanel (1437-1508) había hablado de un influjo extraordinario atribuido por los astrólogos hebreos a aquel fenómeno: el Mesías tenía que aparecer durante una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Kepler habló en sus libros de su descubrimiento, pero la hipótesis cayó en el olvido, perdida entre su inmenso legado astronómico.
Faltaba una base científica clara. Llegó en 1925, cuando el erudito alemán P. Schnabel descifró anotaciones neobabilonias de escritura cuneiforme acuñadas en una tabla encontrada entre las ruinas de un antiguo templo del sol, en la escuela de astrología de Sippar, antigua ciudad que se encontraba en la confluencia del Tigris y el Éufrates, a unos cien kilómetros al norte de Babilonia. La tablilla se encuentra ahora en el Museo estatal de Berlín.
Entre los numerosos datos de observación astronómica sobre los dos planetas, Schnabel encuentra en la tabla un dato sorprendente: la conjunción entre Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis tiene lugar en el año 7 a.C.. Además, se produjo una circunstancia excepcional para un hecho ya de por sí nada frecuente: la conjunción se repitió en tres ocasiones durante un periodo de tiempo de unos pocos meses: del 29 de mayo al 8 de junio; del 26 de septiembre al 6 de octubre; del 5 al 15 de diciembre. Además, según los cálculos matemáticos, esta triple conjunción se vio con gran claridad en la región de la cuenca del Mediterráneo.
UNA PREGUNTA VEROSÍMIL
Si este descubrimiento se identifica con la estrella de Navidad de la que habla el Evangelio de Mateo, el significado astrológico de las tres conjunciones hace sumamente verosímil la decisión de los sabios-magos de emprender un largo viaje hasta Jerusalén para buscar al Mesías recién nacido.
Según explica el prestigioso catedrático de fenomenología de la religión de la Pontificia Universidad Gregoriana, Giovanni Magnani, autor del libro “Jesús, constructor y maestro” (Gesú costruttore e maestro, Cittadella, Asís, 1997), “en la antigua astrología, Júpiter era considerado como la estrella del Príncipe del mundo y la constelación de Piscis como el signo del final de los tiempos; y el planeta Saturno era considerado en Oriente como la estrella de Palestina. Cuando Júpiter se encuentra con Saturno en la constelación de Piscis, significa que el Señor del final de los tiempos se aparecería ese año en Palestina. Con esta expectativa llegan los sabios-magos a Jerusalén, según el Evangelio de Mateo 2, 2”. “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”, preguntan los magos a los habitantes de Jerusalén y después a Herodes.
La excepcional triple conjunción de los dos planetas en la constelación de Piscis explica también la aparición y la desaparición de la estrella a los ojos de los observadores, un dato que coincide claramente con el relato del Evangelio.
Además, la tercera de estas conjunciones de Júpiter y Saturno, unidos como si se tratara de un gran astro único, tuvo lugar del 5 al 15 de diciembre. En el crepúsculo, la intensa luz podía verse al mirar hacia el Sur, de modo que los Magos de Oriente, al caminar de Jerusalén a Belén, la tenían en frente. La estrella parecía moverse, como explica el Evangelio, “delante de ellos” (Mt 2:9).
UN LARGO VIAJE
Por todas las razones expuestas en esta teoría que estamos analizando, los Magos habrían visto esos eventos como una señal especial en el cielo. El viaje fue largo, por lo que para al momento en que llegaron los sabios-magos a Belén -unos 15 meses después de iniciar el viaje- entonces Jesús no era ya un recién nacido, sino un niño pequeño”, dice Martin.
Aunque, sin embargo, todas esas teroías sobre la “estrella de Belén” pueden ser un interesante ejercicio intelectual, pero para el cristianismo lo esencial es que la historia de la estrella señala como centro de la Historia de Dios a Jesús.