Dios se comunica, a través del amor –ágape-,  con el ser humano, su criatura. Juan 3: 16 dice que  el amor de Dios se demuestra dando el don de salvación a través de Jesucristo, quien es Su Hijo.

Dios se manifiesta a sus criaturas a través del sacrificio del Hijo de Dios llamado Jesucristo, “el cual siendo en forma de Dios, no estimó ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a si mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en condición de hombre, se humilló a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”  Filipenses 2: 6-8.

En Hebreos 2:10-17 se comprende cómo Jesús, todo Él  se convirtió en carne de  pecado. Él es puro, por ser Dios, pero su carne es solidaria de toda la carne pecadora.

Él, Jesús,  como el Hombre,  ha sido «hecho pecado» (2 Cor 5,21) y «objeto de maldición» (Gál 3,13) por nosotros,  es decir, en representación nuestra -en representación de toda criatura humana-  habiendo culminado, por un lado, la expresión de la solidaridad de Jesús en el pecado de los hombres, y por otro, la plenitud y la universalidad de la Redención que hemos alcanzado todos los que creamos en El, esto es por la fe.

 

Así pues el cuerpo que ha hecho posible nuestra comunión en el pecado, es el que hace igualmente posible nuestra comunión en la acción redentora de Cristo. Todo lo que ha hecho Jesucristo lo ha hecho en unión con nosotros o, lo que es lo mismo, lo hemos hecho nosotros con El, a través de la fe en ese sacrificio redentor.

 

La muerte en cruz de Jesús de Nazaret, es un modelo, un símbolo poderoso, una respuesta  para una sociedad cuya aspiración es la buena vida, y para algunas personas engañadas por  iglesias enfrascadas en cuestiones baladíes o de plano inmorales, como el abuso de menores o también como alguna otras que a todo le encuentran ganancia vendiendo arena del Sinaí o agua del río Jordán, y quién sabe cuantas otras cosas, incluyendo las sanidades a cambio de dinero.

 

La crucifixión es también  una respuesta para los que no han creído en un Dios que da nueva oportunidad cada día de vida. La crucifixión de Dios hecho hombre, es una interpretación vital,  para los que han perdido toda esperanza, para quienes viven pensando que piensan que no debieran haber nacido, o que estando vivos pareciera que están muertos.

 

El sacrificio de Jesucristo es poner de relieve la sabiduría de Dios, al no aprobar ni hacerse cómplice de un Estado como el Romano basado en el humanismo, ni en una religión, basada en farisaísmo, religiosismo y carnalidad; sino que esta demostración histórica, la crucifixión, constituye una argumentación accesible para todos; es decir, muestra el valor humanizador, de un Dios que hecho hombre padece todo lo imaginable en cuanto a lo humano, para ponerse en nuestros zapatos y llegar al extremo de hacerse  por nosotros pecado y morir, aunque resucitando de los muertos para no morir más.

 

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